viernes, 23 de septiembre de 2011

Improbable, mejor que imposible (;

La Real Academia define la palabra imposible como :“algo que no tiene facultad ni medios para llegar a ser o suceder”, y define improbable como : “algo inverosímil que no se funda en una razón prudente”.
Puestos a escoger a mí me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad. Como a todo el mundo, supongo. La improbabilidad duele menosos y deja un resquicio a la esperanza, a la épica.
- Que David ganara a Goliat era improbable, pero sucedió.
- Uno afroamericano habitando la Casa Blanca era improbable, pero sucedió.
- Que los Varón Rojo volvieran a tocar juntos era improbable, pero también sucedió.
- Nadal desbancando del número uno a Federer.
- Una periodista convertida en princesa.
- El 12-1 contra Malta.
El amor, las relaciones, los sentimientos… no se fundan en una razón prudente. Por eso no me gusta hablar de amores imposibles , sino de amores improbables. Porque lo improbable es, por definición, probable.
Lo que es casi seguro que no pase es que puede pasar. Y mientras haya una posibilidad, media posibilidad entre mil millones de que pase, 
vale la pena intentarlo.


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